24 feb 2010

El último Invencible.

JOSÉ LUIS GARCÍA NIEVES

[Trenet a Vallejo. L'informatiu.com, 19-2-2010]



Ochenta años separan estas dos imágenes. Dos instantes que evocan la gloria remota y el futuro esperanzador de este extraño superviviente llamado Llevant UD que pocas veces ha mirado a su cantera. A la derecha, de blanquinegre, Hilariet Cerdà, grauero y levantino hasta el tuétano, poco antes de comenzar un partido de infantiles en el Camp del Camí Fondo del Grau a principios de los años 20; a su izquierda, el cabanyalero Héctor Rodas, en los aledaños del año 2000, soñando con debutar en el primer equipo.

Hilariet es uno de los grandes de nuestra historia. Protagonizó con otros diez chavales de Els Poblats Marítims —Villarroya, Sapiña, Alamar, Puig II, Juanito Vázquez, Sorní, Lacomba…— uno de los episodios más emotivos del siglo. Corría 1924 y aquel equipo juvenil era tan bueno que convirtió un adjetivo en sustantivo: les llamaron Los Invencibles. Arrollaban a los rivales en la competición local, y cuando los canteranos del Madrid o el FC Barcelona asomaban por el Camí Fondo, atraídos por la curiosidad ante aquel prestigio creciente, volvían a casa con el saco lleno de goles.

En aquellos tiempos no estaban instauradas las competiciones nacionales para juveniles así que su condición de mejor juvenil de España no pasó de título honorífico. Les dedicaron coplillas y ocuparon portadas. Llegado el momento, cumplieron con el deber de toda cantera: nutrir al primer equipo.

En 1926, cuatro chavales del filial subieron como titulares al primer equipo para cambiar la historia del Llevant Football Club para siempre. Ganaron nueve partidos seguidos y se clasificaron por primera vez para el Campeonato de España. Medio Cabanyal se metió en un barco —el J. J. Sister— para ver al Llevant en Les Corts del FC Barcelona. Siete Invencibles viajaron con la plantilla.

Hilariet fue titular indiscutible en el centro del campo hasta 1933, cuando dejó el fútbol para poder mantener a la familia; el longevo Puig II, pequeño de la saga e integrante de aquel juvenil de ensueño, llegó a conquistar la Copa de la España Libre en 1937 y vistió los colores del nuevo Llevant UD tras la fusión de 1939.

El último heredero de aquellos genios horneados en la Plageta del Cabanyal se llama Héctor Rodas, nacido al fútbol en la misma cuna del levantinismo. Sin embargo, su estruendosa irrupción en el primer equipo desde la cantera, consolidándose en un puesto tan exigente como el de central con apenas 21 años, no es un fenómeno accidental.El Llevant UD, movido por la necesidad y también por el sentido común, vuelve a mirar a su escuela sin el escepticismo habitual años atrás. Manu, Rodas, Iborra y Mateu forman una quinta preparada para liderar en pocos años a un equipo que aspire a algo más que a mantenerse en Segunda División.

A la feliz aparición de los chavales se une el acoplamiento en el primer equipo de otros jugadores del territorio valenciano como Pallardó o Cerra; y el acierto del club al reclutar a dos viejos guerreros: Ballesteros y Juanfran, profetas fuera de casa que quieren despedirse de su gente consiguiendo el más difícil todavía. No había tanta sangre levantina en el vestuario desde la llegada al primer equipo de otro símbolo marítimo como Vicente Latorre y su quinta, hace casi treinta años.

El club ha hecho de la necesidad virtud y la cantera se ha convertido en uno de los motores de la reconciliación entre la entidad y una afición que siente al equipo más suyo que nunca. No hay otro camino para este Llevant. Sería poético que el ejemplo de los Invencibles volviera a inspirar momentos de gloria, tal como ocurrió hace más de ochenta años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario