24 feb 2010

Darwin, te salimos rana.

JOSÉ LUIS GARCÍA NIEVES

[Trenet a Vallejo, L'informatiu.com, 12-2-2010]

Si algún biólogo centrara sus estudios en el fútbol seguramente encuadraría al Llevant UD entre los inadaptados al medio. Nuestro talento para desperdiciar oportunidades y complicarnos la existencia es un caso de libro. Sólo unos ejemplos: primogénitos del fútbol valenciano, con una década sin gran competencia y una ciudad por conquistar. Y, sin embargo, un nouvingut llamado Valencia FC nos arrebata sin esfuerzo el primer escalón de la ciudad a principios de los años veinte.

Nace la Liga española en 1928, justo cuando el Llevant FC es el campeón valenciano, pero su escaso poderío institucional le relega al furgón de los torpes: la Tercera División. Entre las bombas de una guerra, el viejo club del Cabanyal gana la Copa más épica jamás contada. La del lado de los perdedores, condenada a la clandestinidad.

El equipo vive su mejor momento en los 60: con el anhelado ascenso, dos años en Primera y Vallejo a reventar. ¿Solución a los problemas económicos? Un exilio a un estadio alejado de la civilización, rodeado de acequias y caminos intransitables. Cuarenta años después, los desheredados vuelven al paraíso y, en fin, todo termina en los juzgados.

Paco Gandia, que era un visionario, estudió el fenómeno y formuló su teoría: "El Llevant UD es un club forjado en el yunque de la adversidad". Una auténtica genialidad. Gandia prefirió el lirismo a la cruda realidad, y fundó una historia de románticos perdedores en lugar de reconocer que si el fútbol fuese una ciencia perfecta —como esa jungla de Darwin despiadada con los débiles—, el Llevant UD sería un cadáver hace mucho tiempo.

Ignoro los motivos, pero el diagnóstico es evidente: algo ocurre en esta ciudad que la hace incapaz no ya de alimentar un rivalidad de primer nivel, sino ni siquiera de poder evitar que el fantasma de la desaparición orbite sobre este club centenario como una amenaza cotidiana. Un club, en definitiva, condenado a la extinción. Y, sin embargo, aún estamos vivos, inmunes a ese destino; reinventándonos cada día con una envidiable mala salud de ferro. Así que aceptando que no moriremos jamás, porque esa es la gran lección de este siglo, ahí va mi propuesta para este Trenet a Vallejo. Memoria sin nostalgia; veneración de nuestra historia con respeto hacia el presente. Rebelarnos contra el victimismo y la pose decadente. Exigir, reclamar, aspirar. Porque ya va siendo hora de jubilar el yunque.

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